Lugares santos
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       En general se suelen denominar así los que se convierten en centro de peregrinaciones, de plegaria y penitencia y originan mejora de vida espiritual y ecle­sial por los sentimientos que suscitan.
   Tales son los centros históricos de peregrinación como Roma, Santiago de Compostela y sobre todo las localidades palestinas que sirven de referencia geográfica a la vida de Jesús. Lo son también determinados centros de piedad modernos como los santuarios marianos o los sepulcros de los santos recientes.
   De forma especial se han llamado lugares santos a los vinculados a los misterios principales del cristianismo: la encarnación, relacionada con Nazareth; el nacimiento de Jesús, con Belén; la vida pública de Cristo con Galilea y sus montes, con Judea y sus aldeas, con el lago de Genezaret; la muerte y resurrección, con Jerusalén.
   En casi todas las religiones las referen­cias geográficas han servido de apoyo a la fe de los fieles: La Meca para el Mahometismo, el Ganges para el hinduismo, los monasterios para los budistas.
   Con todo, no es exacto identificar el afecto a los santuarios cristianos con lo que acontece en otras creencias. El cristiano no es supersticioso en relación a esos lugares. Por eso sus visitas y peregrinaciones no limpian los pecados por si mismas, sino por la actitudes de conversión y de penitencia de quienes las realizan. Un "romero del Camino de Santiago" que avanzara hacia la tumba del Apóstol con esa creencia estaría en el error si piensa que por ir se le perdonan los pecados.
   Visitar Palestina sólo por "turismo religioso" no purifica la con­ciencia ni abre las puertas del cielo. Convertirse a mejor vida, aprovechando la plegaria y los ejercicios de caridad y piedad que se hacen en esas visitas, es lo que mejora a la persona creyen­te.